Se
refiere al comportamiento de una persona, a través del cual se manifiestan las
diferentes formas de expresar las emociones y sentimientos que permiten los
sistemas de comunicación, sean buenos o sean malos; ya sea por medio de gestos,
palabras o cualquier tipo de acciones. Con el término «acto humano» se quiere
designar el obrar propio del hombre que, en cuanto tal, puede convertirse en
objeto de valoración moral y/o espiritual, dependiendo de la imagen que se
refleje.
·
Es un
acto puesto por el hombre, que sin embargo no depende (al menos inmediatamente)
de su voluntad deliberada.
·
Por el
contrario, es un acto que brota directamente de las facultades superiores del
hombre (la inteligencia y la voluntad) y del que él es, por consiguiente,
responsable.
1. Las estructuras del obrar humano:
El acto
humano exige por tanto una evaluación moral y espiritual. Pero no puede darse
esa evaluación ética sin una profunda penetración y consideración de su
significado.
La
reflexión moral ha puesto siempre en evidencia la necesidad de considerar, por
un lado, el dato objetivo (materia) y por otro, el subjetivo (advertencia y
consentimiento). La valoración del acto humano debe darse relacionando entre sí
estos dos aspectos, ya que ambos contribuyen a determinar su eticidad.
La
reflexión moral contemporánea, por el contrario, concede cada vez mayor
importancia a la dimensión formal-personal del obrar, esforzándose por
remontarse del acto al mundo del sujeto, para captar sus niveles efectivos de
autoconciencia y de libertad, de intencionalidad y de finalidad.
En esta
perspectiva, el acto humano se relaciona estrechamente con el mundo interior de
la persona, su ser integral (espíritu, cuerpo y alma), captada en toda la dimensión
de la riqueza de su dinamismo expresivo.
Se trata, por consiguiente, de un momento de un amplio proceso de
autorrealización personal, que debe ser analizado cuidadosamente, para llegar a
penetrar su significado en forma más profunda.
2. Los elementos de definición del acto humano.-
En la raíz de la valoración moral del obrar
están los elementos de conocimiento y de libertad, a los que hay que añadir, en
la visión espiritual cristiana, la realidad de la gracia. Los tres interactúan
entre sí sobre todo según un dinamismo unitario, que, en cierta medida, puede
descomponerse.
Pero hay
que recordar que el conocimiento moral no se identifica con el simple
conocimiento intelectual; se trata de un conocimiento que compromete mucho más
existencialmente y que supone una apreciación subjetiva del valor. En otras
palabras, es un conocimiento estimativo que nace de la asimilación del valor en
la experiencia personal y que se refuerza en la práctica.
De forma
análoga, la libertad, que está siempre situada y por tanto condicionada, no se
da una vez para siempre, sino que se desarrolla y crece en el interior de un
camino caracterizado por etapas diversas y por modalidades diferentes de
actuación. Todavía resulta más misteriosa la influencia de la gracia, que actúa
en lo más profundo del hombre como elemento que respeta el conjunto de los
datos naturales y que interactúa al mismo tiempo sobre ellos, estimulando al
hombre al ejercicio del amor, como autoentrega de sí mismo a Dios y a los
hermanos.