sábado, 14 de abril de 2012

LA VOLUNTAD PERMISIVA:

Dios es soberano. Esto significa que prepara sus propios planes y los lleva a cabo en su propio momento y a su manera. Es simplemente una expresión de su inteligencia, su poder, y su sabiduría supremos. Significa que la voluntad de Dios no es arbitraria, sino que actúa en completa armonía con su carácter. Es la expresión de su poder y su bondad, por lo que es la meta final de toda la existencia.
Debemos hacer, sin embargo, una distinción entre la voluntad de Dios que prescribe lo que debemos hacer nosotros, y la voluntad por la cual determina lo que él mismo ha de hacer. Los teólogos distinguen entre la voluntad decretiva de Dios, por medio de la cual decreta todo lo que va a pasar, y su voluntad preceptiva, por medio de la cual asigna a sus criaturas los deberes que les corresponden. La voluntad decretiva de Dios siempre se cumple, mientras que a veces se desobedece su voluntad preceptiva.
Cuando consideramos el imperio soberano de la voluntad divina como la base última de todo lo que acontece, ya sea activamente, haciendo que ocurra, o pasivamente, permitiendo que suceda, reconocemos la distinción entre la voluntad activa de Dios y su voluntad permisiva. Por lo tanto, debemos atribuir la entrada del pecado en el universo a la voluntad permisiva de Dios, ya que el pecado es una contradicción de su santidad y su bondad. Hay así una esfera en la que predomina la voluntad de Dios, y una en la que el hombre tiene libertad para actuar. La Biblia nos muestra ambas en acción. La nota predominante en el Antiguo Testamento es la que expresa Nabucodonosor: “… él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Dn. 4.35). En el Nuevo Testamento encontramos un impresionante ejemplo de la voluntad divina resistida por el descreimiento del hombre, cuando Cristo dio expresión a su grito de dolor ante la actitud de Jerusalén: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mt. 23.37). Sin embargo, la soberanía de Dios nos asegura que un día todo se rectificará a fin de que contribuya a su propósito eterno, y que finalmente será contestada la petición de Cristo: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.”
Es verdad que no podemos reconciliar la soberanía de Dios con la responsabilidad del hombre porque no entendemos la naturaleza del conocimiento divino, y porque nos falta la comprensión de todas las leyes que gobiernan la conducta humana. En la Biblia vemos que toda la vida se vive según la voluntad de Dios, quien la sostiene, “en quien vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestro ser”, y que de la misma manera en que el ave es libre en el aire y el pez en el mar, el hombre encuentra su verdadera libertad en la voluntad de Dios que lo creó para él.

LA SANIDAD DE UN COJO

El Gran Médico de Médicos, DIOS, valiéndose de Pedro y Juan, efectuó LA SANIDAD del cojo en la puerta del templo llamada la Hermosa.

El hecho implicaba:

Atención: que debía asegurarse sobre sus bienhechores antes de que el cojo pudiera prepararse para lo que iba a suceder enseguida.

Expectación: porque pronto se puso alerta aunque solamente para recibir la bendición.

Dirección: porque Pedro no iba a darle ni oro ni plata sino algo completamente distinto y mejor.

Mandato y Disposición: porque algo podía hacer el cojo de por sí: Estar dispuesto a Confiar en Cristo y andar.

Ayuda: porque la FE sin ayuda del cojo, necesitaba la mano de Pedro que le proporcionara la ayuda espiritual y la fuerza física necesarias.

Sanidad: porque la obediencia del inválido y el poder divino convergían en la sanidad de tal manera que anduvo y brincó por primera vez en su vida.

Gratitud: porque lo primero que hizo después de recibir su salud fue un acto de adoración.

Esperanza: Romanos 8:24-25: Porque fuimos salvos con esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando lo que ya ve? (25) Pero si esperamos lo que no vemos, con perseverancia lo aguardamos.

HAY ESPERANZA:

NUESTRA ESPERANZA:

CRISTO JESÚS

viernes, 13 de abril de 2012

ESPERANZA

La esperanza es una de las tres virtudes llamadas "teologales» es decir que expresan una manera de ser del hombre que lo relaciona con el misterio de Dios. Se llaman también virtudes teologales porque en ellas se expresa la salvación que Dios realiza en favor de los hombres, ya que la fe, la esperanza y el amor son dones de la gracia de Dios a través de los cuales experimentamos su salvación.

Ordinariamente se asocia la esperanza a la actitud del hombre o de la sociedad que espera obtener en el futuro un bien precioso, difícil, del que depende su gozo o su felicidad.

Por tanto, el perfil de la esperanza es bastante atípico: se trata de vivir en el presente proyectados hacia el futuro, de tender hacia un bien cuya posesión niega la virtud que lo sostenía y lo valoraba.

Vivir en la esperanza significa, por tanto, colocarse entre el "va» y el "todavía no», situarse en la historia- sometiéndose a su lógica, pero seguros al mismo tiempo de poder trascenderla, vivir todas las formas actuales de felicidad como algo provisional e incompleto, portador de superación y - de plenitud.

Los cristianos han puesto en Cristo su esperanza, aunque la historia de la esperanza comienza mucho antes: la historia de la salvación es en primer 1ugar un crecimiento de la esperanza que se va afirmando de forma inequívoca incluso en situaciones de pecado, Dios acompaña a su pueblo en la dinámica de la promesa: desde Adán y Eva hasta el último de los profetas, pasando por Abrahán, Moisés, David, en todo el Antiguo Testamento se reconoce la misma manera de obrar de Dios, que prepara a su pueblo y lo conduce por medio de anuncios que se refieren al pasado y que superan el presente. Cristo lleva a su cumplimiento toda una serie de promesas, aun cuando la dinámica de la esperanza no se agota con él. La libertad que él ha conquistado en favor de los hombres y la resurrección son el fruto de una victoria definitiva e indiscutible, pero no anulan la lógica de la esperanza en el sentido de una plenitud y - a obtenida, sino que la confirman y refuerzan: el cristiano está llamados a vivir en la esperanza, a dejarse guiar por ella, a resistir al pecado, y . a que está en tensión hacia el futuro, y a asumir los retos y las pruebas del amor a la luz de la vida eterna.

El tema de la esperanza ha conocido un nuevo interés, tanto teológico como práctico, a partir de los años 60, junto con el redescubrimiento de la escatología y de una cultura caracterizada por grandes esperanzas. La obra de J Moltmann Teologia de la esperanza fue una especie de programa de esta tendencia. Esta recuperación de la esperanza insiste en la necesidad de superar un concepto de Dios ligado al pasado, o a su "eterno presente» para poder pensar en un Dios como futuro absoluto de los hombres, que invita al hombre a poner el sentido de su existencia en este futuro y a asumir el presente como algo incompleto y que obliga a comprometerse, incluso a nivel social.

La comprensión actual de la esperanza como elemento de base de la antropología cristiana va íntimamente unida a la fe escatológica. en el sentido de que sólo la referencia a determinados contenidos que expresan el futuro absoluto de los hombres puede alimentar la actitud de espera. Estos contenidos hablan de un final absoluto de la historia, de la vida después de la muerte, del juicio Y de la posibilidad de salvación Y de condenación. Y es esta forma de representar el futuro por parte de la fe lo que condiciona el horizonte de la esperanza, no ya como una espera confiada y tranquila, sino como una actitud que incluye la llamada a la responsabilidad y que pone en crisis las realizaciones de la historia.

La esperanza va unida no sólo a la escatología, sino también a la ética, como factor que determina la vida Y las relaciones del hombre. En este sentido es importante subrayar el vínculo tan estrecho que hay entre la esperanza y el amor una relación mutua, que supone la 'difícil existencia de la una sin la otra. En general puede afirmarse que una esperanza capaz de trascender la muerte es la condición para que el hombre pueda dedicar su tiempo y también su vida para ayudar a los demás.... L. Oviedo

jueves, 12 de abril de 2012

LA ANGUSTIA

TIEMPOS DE CAMBIO – MAYORDOMIA FIEL
APLICANDO PRINCIPIOS DE DIOS
NO PERMITAS QUE TE ALCANCE:
LA ANGUSTIA: Se refiere a sufrir debido a la presión de las circunstancias, o debido a la oposición de otras personas; «oprimir» (Amos 6:14; Levítico 19:13); «atribulados» (2Co_1:3-7; 4.6-10; 7.5). Se usa de estrecheces económicas (2Corintios_8:12-14). Opresión, presión, todo aquello que constituye una carga para el espíritu (Deuteronomio 26:6-8).
Para nadie es un secreto la crisis económica que se está viviendo actualmente, no solo en nuestro país, sino que en el mundo entero. Las consecuencias que de esta situación se derivan, normalmente desembocan en alteraciones en el ánimo de las personas, tales como LA ANGUSTIA, la sensación de impotencia, desánimo y preocupación. Se trata de amenazas que están totalmente fuera de nuestro control.
Según encuestas realizadas recientemente en nuestro país, concluyen en que la angustia, como que ya es parte de la vida, y que estamos inmersos en una sociedad cuya salud mental promedio no es la mejor, (Isaías 17:10-13; Malaquías 3:11).
Casi siempre se habla solamente de cosas negativas, tales como la del “medio vaso vacío”, sin mencionar el “medio vaso lleno”. Se habla del petróleo que cada día está más caro, pero no se habla de las regalías que el país recibe por las exportaciones de petróleo y que de alguna manera servirían para paliar la crisis.
Tales comentarios desfavorables de la difícil situación, lejos de exhortar y ayudar a la gente, contribuyen a preocuparla más.
Pero…Para los que ya vivimos en el Espíritu y no en la carne, en fe, y que dependemos UNICAMENTE DE DIOS, debemos entender que se trata de situaciones pasajeras y que en lugar de complicarnos la vida, debemos aprender a acomodar nuestras necesidades y nuestro presupuesto, de acuerdo a lo que la vida nos ofrece.
En lugar de estar preocupados por las cosas materiales, nuestro interés debe ser buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, sabiendo que al hacerlo el Señor ha ofrecido responder fielmente al pacto; todas estas cosas os serán añadidas. (Mateo 6:33)...
Salmos 91:15-16: Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. 16 Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.
Hebreos 10:23: Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
NUESTRA ESPERANZA – CRISTO JESUS

LA DEPRESIÓN

En el Antiguo Testamento Saúl constituye un ejemplo sobresaliente de posesión no buscada.

El espíritu lo abandona, y “le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová” (1-SAMUEL 16.14; 19.9). Con toda justicia podríamos interpretar esto diciendo que si una persona se ha abierto en forma poderosa al Espíritu Santo en sentido carismático, la desobediencia puede ocasionar la entrada en su vida de un espíritu malo permitido por Dios.

Por otro lado, podríamos decir simplemente que “malo” no reviste aquí connotación moral, sino que significa DEPRESIÓN. El espíritu “malo” es ahuyentado por la música de David: ya que normalmente, cuando se tocaba algún instrumento, se acompañaba con canto, es probable que hayan sido los salmos cantados por David los que ahuyentaban al espíritu.

El Nuevo Testamento registra muchos casos de posesión demoníaca. Daría la impresión de que Satanás reunió sus fuerzas de una manera especial para desafiar a Cristo y a sus seguidores.

Los relatos en los evangelios demuestran que Cristo hacía una distinción entre las enfermedades comunes y aquellas que acompañaban a la posesión demoníaca. Las primeras eran curadas colocando las manos sobre el enfermo, o por ungimiento, las otras ordenando al demonio que saliera del poseído (Mateo 10.8; también Hechos 8.7).

Aparentemente la posesión no era siempre continua, pero cuando se producía, sus efectos eran a menudo violentos (Marcos 9.18-23). La ceguera y la mudez, cuando eran causadas por una posesión demoníaca, presumiblemente eran persistentes (por ejemplo Mt. 9.32–33; 12.22).

El demonio puede producir ceguera o mudez histéricas, o síntomas de otras enfermedades, tales como la epilepsia.

La Biblia no vincula la epilepsia con la posesión demoníaca, y aun la descripción de los ataques del muchacho poseído de Mateo 17.14s; Marcos 9.14-15; Lucas 9.37-38, parece indicar algo más que mera epilepsia. Se desconoce todavía la naturaleza de la epilepsia, pero puede ser provocada artificialmente en personas aparentemente normales.

Quienes estudian las perturbaciones de la personalidad saben que muchas veces es imposible explicar cómo se originan. No estamos afirmando que todas, ni aun la mayoría, de las perturbaciones psíquicas son consecuencia de posesión demoníaca, pero algunas pueden serlo.

En mi opinión, desde la DESOBEDIENCIA de ADAN y EVA, que dio origen al pecado y a todas las enfermedades que en la actualidad existen; el concepto, las consecuencias o el origen de cualquier tipo de enfermedad, o perturbaciones de la personalidad, siguen siendo el mismo: LA DESOBEDIENCIA… CONSECUENCIAS DE LA OBEDIENCIA: UN CORAZÓN SANO: En una persona,…En una Pareja,…En un hogar,…En una familia…En una sociedad, HARÁ QUE UN PAIS (o persona) SEA SANO

miércoles, 11 de abril de 2012

TIEMPOS DE CAMBIO – MAYORDOMIA FIEL

APLICANDO PRINCIPIOS DE DIOS...NO PERMITAS QUE TE ALCANCE:

LA CODICIA:

Codiciar es desear lo que no nos pertenece. La codicia es una ofensa a Dios. Se usa con el significado de codiciar perversamente, de codiciar dinero y bienes; el Señor lo usa del deseo ilegítimo por la mujer de otro. La búsqueda de la ambición personal es vana y fútil. La persona humilde reconoce sus propias limitaciones y las acepta. El pecado fundamental de Satanás fue su ilimitada ambición, su deseo de ser igual o estar por encima del Altísimo. Véanse ANHELAR, ANSIAR, DESEAR.

Es pecado no saber renunciar, por obediencia a Dios, a lo que en sí mismo podría ser un deseo natural y legítimo (Números 11.4-6), y pecado es el deseo de satisfacción sexual fuera del matrimonio (Génesis 39.7-9). El justo debe dominarse en la esfera sexual (2 Samuel 11.2-5; Job 31.1).

Su raíz griega es «aquello que pulsa, hierve y bulle, en primera instancia la sangre y el corazón como sitios en los que están ubicadas las emociones». Pero la mayoría de las veces denota un deseo malo de algo que no es bueno. Pablo utiliza el término en 1 Corintios 10.6 en el sentido de deseo pecaminoso (Romanos 13.9; Gálatas 5.24).

La codicia es una manifestación del pecado que hay en el hombre y que lo domina. Para Pablo este deseo es consecuencia de la prohibición del pecado (Romanos 7.7-8).

Incluso después de haber recibido el Espíritu Santo, la codicia sigue siendo un peligro y hay que combatirla (Gálatas 5.17).

Deseo de ganancias deshonestas (Proverbios. 28.16)

o 1 Timoteo 6:9-10: “(9) Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; (10) porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”

Cuídate de la ambición egoísta que se coloca por encima de Dios, y del orgullo que se apropia de Su gloria.

Comprende que éstos son rasgos característicos de la rebelión de Satanás que lo transformaron en enemigo de Dios.

NUESTRA ESPERANZA – CRISTO JESÚS

domingo, 8 de abril de 2012

VOLUNTAD DE DIOS

Atributo en virtud del cual Dios se auto determina y se ama a sí mismo y a todas sus criaturas libremente. La voluntad de Dios se identifica con su ser, dada la simplicidad divina.

En la Biblia, en el Antiguo Testamento, la voluntad de Dios se manifiesta desde el principio en la obra de la creación. Respecto al hombre, se revela como bendición, pero también como límite: «No comerás...» (Génesis 2,17).

Después del pecado original se convierte en castigo y en anuncio de salvación (Génesis 3,15-19).

Adán y Eva tuvieron la facultad de elegir entre la dependencia de Dios o actuar siguiendo una voluntad independiente y opuesta a la de Dios (Gen 3

Hay así una esfera en la que predomina la voluntad de Dios, y una en la que el hombre tiene libertad para actuar.

La Biblia nos muestra ambas en acción.

Toda la historia de Israel es teatro de la voluntad de Dios que quiere guiar a su pueblo a la santidad y a la felicidad (Dt 4,30-40).

La voluntad de Dios es soberana (Job 23,13), omnipotente (Gn 17 1), sabia e inescrutable , benévola (Jr 9,23).

En el Nuevo Testamento el Hijo revela la voluntad de Dios.

Él vino a hacer su voluntad (Heb 10,7); la voluntad del Padre es su alimento (Jn 4,34; 8,29).

La voluntad de Dios es «que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» ( 1 Tim 2,4).

El plan de salvación pasa a través de la cruz; por eso Jesús ruega: “No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc J 22,42).

La obediencia a la voluntad de Dios hace de Cristo la expresión perfecta del amor del Padre (1 Jn 4,9-10).

La voluntad de Dios es la ley del cristiano y el contenido de su oración (Mt 6,10).

La voluntad del hombre enfrentada a la de Dios es la esencia del pecado y la base de la caída de Adán.

El Segundo Adán, el Señor Jesucristo, dijo de Sí mismo: «no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre» (Juan_5:30; Heb_10:7, 9).

Asimismo, el cristiano es llamado a hacer, no la voluntad de su carne y de los pensamientos (Eph_2:3), sino a hacer de corazón la de Dios (Eph_6:6), buscando diligentemente conocerla (Eph_5:17), comprobando Su voluntad, agradable y perfecta (Rom_12:2).

Frente a la caída por el ejercicio de la voluntad autónoma del hombre, Dios ejerce Su acción redentora conforme al misterio de Su voluntad (Eph_1:9), que se manifiesta en Su elección de Sus santos (Efesios_1:11)

VOLUNTAD II

Existe una mutua relación dinámica entre la voluntad y el entendimiento: cuando la voluntad se complace en el conocimiento, éste se hace objeto de atención por parte del entendimiento y se robustece; al contrario, si la voluntad no se complace, el conocimiento deja ya de considerarse como interesante y se debilita.

También en la vida moral tiene que haber una interacción entre la voluntad y el entendimiento: la praxis va precedida necesariamente de algún conocimiento.

Sin embargo, cualquier deliberación o decisión del hombre depende de su voluntad. Tener una voluntad debe significar ser libre y la nota predominante de esta facultad consiste en ser una potencia autodeterminante.

Por lo que se refiere al objeto de la voluntad, éste se constituye de valores que se conocen espiritualmente.

Mientras que el apetito o el deseo sensitivo se restringe solamente y por completo al campo de aquellas cosas que ofrecen un placer sensual, la voluntad , como appetitus rationalis, posee un campo ilimitado de objetos.

La voluntad , sin duda, sólo puede moverse a sí misma hacia lo que parece ser bueno de alguna manera; pero como todo ente es bueno en cierto sentido, el objeto de la voluntad es el reino ilimitado de todos los seres.

La voluntad no puede odiar el bien en cuanto bien, y no puede tender al mal en cuanto mal. Por tanto, carece de sentido apetecer el mal en sí mismo.

Todo lo que apetece la voluntad, lo apetece siempre bajo el aspecto de algún bien provechoso para el sujeto que apetece.

El mal, por consiguiente, no puede ser considerado como fin en sí mismo.

Bajo el aspecto psicológico, la bondad atractiva del objeto actúa como motivo para el acto de la voluntad; asume el aspecto de causa final, que efectúa la voluntad a través del conocimiento espiritual.

En este sentido, el querer está inmediatamente arraigado en el motivo conocido y está además mediatamente arraigado en todo lo que contribuye a la formulación de juicios axiológicos (teoría de los valores, especialmente de los valores morales), en dependencia de las diversas disposiciones y “niveles» del alma. En la realidad de las cosas, todos los aspectos de la vida mental y emotiva del hombre están implicados en la consideración de los valores: el estado mental, el temperamento, la salud corporal, el carácter, el tipo de personalidad, los complejos inconscientes, etc.

VOLUNTAD I

Se entiende por voluntad (del latín velle = querer) la facultad de tender hacia el bien, de hacer el bien, conocido como tal por el entendimiento, y de gozar de su posesión.

Es una facultad distinta tanto del apetito sensitivo como del entendimiento.

La voluntad ejerce su influencia en el campo de la sensación, manteniendo el órgano sensorial fijo en el objeto durante toda la duración de la percepción.

Esta influencia se ejerce también en la actividad intelectual, en la adquisición de todo conocimiento, ya que todo movimiento por parte del entendimiento está determinado por la voluntad.

1Juan 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

ALMA: La palabra hebrea corriente nefesû. (néfesh)
Como resulta claro por Génesis 2.7, el significado primario es “que posee vida”.

Algunas veces se la equipara con la sangre, como algo que es esencial para la existencia física (Génesis 9.4; Deuteronomio 12.22–24).

En muchos casos representa el principio vital. Este sentido de la palabra es frecuente en el libro de los Salmos, pero de ningún modo está limitado al mismo.

Pedro ruega a sus hermanos que se abstengan de deseos carnales que batallan contra el alma, porque son extranjeros y peregrinos (1 P. 2:11-12).

Las numerosas ocasiones en que aparece con alguna referencia psíquica abarcan diversos estados de conciencia:

a) en las que nefesû es el asiento del apetito físico (Números 21.5; Salmos 107.18.

(b) en las que es la fuente de las emociones (Job 30.25; Salmos 86.4.

(c) en las que está asociada con la voluntad y la acción moral (Deuteronomio 4.29; Salmos 119.129, 167).

Además hay pasajes en los que nefesû designa una persona o individuo (por ejemplo Ezequiel 18.4) o se emplea con un sufijo pronominal para denotar la propia persona (por ejemplo Jueces 16.16; Ez. 4.14).

En algunas ocasiones llega a gobernar nuestra vida.

DOMINIO PROPIO: DEFINICIÓN: Dominio propio - "virtud de uno que controla sus deseos y pasiones, especialmente sus apetitos sensuales".