Cuando Dios nos ha liberado de toda esclavitud, de toda carga y, consecuencias derivadas de una FALTA
DE PERDÓN, o sea después que una persona se pone a cuentas, primero con Dios y después
con las personas que la han ofendido o que ha ofendido, nos indica que el respeto y la obediencia a los mandatos de Dios, funciona de acuerdo a su voluntad; la recompensa no se hace esperar de
parte de Dios, ya que las promesas en Él son siempre SÍ Y AMÉN, por lo tanto,
las bendiciones que esperamos de parte de Dios se van cumpliendo en la medida
que la persona se va olvidando, totalmente, de los problemas ocasionados por la
FALTA DE PERDÓN y, en la medida que uno persevere buscando a Dios y sirviéndolo.
El propósito de las promesas es que podamos
compartir una profunda unión espiritual con Cristo y, por lo tanto, las
bendiciones y beneficios de tal relación. Las promesas son también un incentivo
para vivir en santidad, no en religiosidad, porque para ser partícipes de su
plenitud ahora, así como de la gloria futura, debemos renunciar a los sistemas
de vida que el mundo nos ofrece, por más atractivos que parezcan y, a toda
maldad y corrupción que hay en el mundo.
Las «promesas incondicionales» de
Dios, dadas a Abraham, Isaac y Jacob, no están sujetas a arrepentimiento.
«Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables» (Romanos_11:29).
«Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. Él
dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?» (1-Samuel 15:29). Y esto tiene
que mantenerse así con respecto a cada propósito de Su voluntad. Con respecto
al hombre, el arrepentimiento es el necesario precursor de su experiencia de la
gracia de Dios. Representan dos motivos
para el arrepentimiento: la bondad de Dios que guía al arrepentimiento
(Romanos_2:4), y el juicio que se avecina, en razón del cual Dios manda a todos los
hombres ahora que se arrepientan (Hechos_17:30, 31); pero es de Su gracia y
para Su gloria que se abre esta puerta de retorno a Él (Hechos_11:18).
Dios nos ha dado ricas gamas de promesas de
ayudarnos en la expansión de nuestro potencial en la vida diaria y el servicio
a Cristo. Nos ha llamado al PERDÓN y a la vida eterna, pero también ha
abierto las puertas de crecientes dimensiones de realización propia.
Cree en las promesas que Dios te ha dado. El Señor sabe mejor que tú cómo
se cumplirán. Evita luchar por la realización de las promesas de Dios
con tus propias fuerzas. Es como evitar que Dios actúe de acuerdo a su voluntad
y hacerlo siempre es contraproducente; puede traer malos resultados...
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