domingo, 8 de abril de 2012

VOLUNTAD II

Existe una mutua relación dinámica entre la voluntad y el entendimiento: cuando la voluntad se complace en el conocimiento, éste se hace objeto de atención por parte del entendimiento y se robustece; al contrario, si la voluntad no se complace, el conocimiento deja ya de considerarse como interesante y se debilita.

También en la vida moral tiene que haber una interacción entre la voluntad y el entendimiento: la praxis va precedida necesariamente de algún conocimiento.

Sin embargo, cualquier deliberación o decisión del hombre depende de su voluntad. Tener una voluntad debe significar ser libre y la nota predominante de esta facultad consiste en ser una potencia autodeterminante.

Por lo que se refiere al objeto de la voluntad, éste se constituye de valores que se conocen espiritualmente.

Mientras que el apetito o el deseo sensitivo se restringe solamente y por completo al campo de aquellas cosas que ofrecen un placer sensual, la voluntad , como appetitus rationalis, posee un campo ilimitado de objetos.

La voluntad , sin duda, sólo puede moverse a sí misma hacia lo que parece ser bueno de alguna manera; pero como todo ente es bueno en cierto sentido, el objeto de la voluntad es el reino ilimitado de todos los seres.

La voluntad no puede odiar el bien en cuanto bien, y no puede tender al mal en cuanto mal. Por tanto, carece de sentido apetecer el mal en sí mismo.

Todo lo que apetece la voluntad, lo apetece siempre bajo el aspecto de algún bien provechoso para el sujeto que apetece.

El mal, por consiguiente, no puede ser considerado como fin en sí mismo.

Bajo el aspecto psicológico, la bondad atractiva del objeto actúa como motivo para el acto de la voluntad; asume el aspecto de causa final, que efectúa la voluntad a través del conocimiento espiritual.

En este sentido, el querer está inmediatamente arraigado en el motivo conocido y está además mediatamente arraigado en todo lo que contribuye a la formulación de juicios axiológicos (teoría de los valores, especialmente de los valores morales), en dependencia de las diversas disposiciones y “niveles» del alma. En la realidad de las cosas, todos los aspectos de la vida mental y emotiva del hombre están implicados en la consideración de los valores: el estado mental, el temperamento, la salud corporal, el carácter, el tipo de personalidad, los complejos inconscientes, etc.

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